Emociones quebrantadas
Emociones
quebrantadas
Llegué con una maleta vacía, tenía
dentro algunos sueños, pero vacía al fin, el cerrojo eran mis miedos y la llave
la perdí, fue extraño.
Vi New York sin disfrutarla, con mi
cabeza colgando hacia atrás, deslumbrada por la inmensidad de una ciudad que yo
descubría mientras me conocía. Fui citadina hasta que conocí New York, encanto
caótico, vicioso, inesperado, abarrotado, rápido, con un Subway parecido
al tercer mundo, luces, confusión. A unos pasos la inmensidad del mar, la
belleza de Ellis Island, el bullicioso ferry, la complicidad con quienes nunca
has visto y no verás jamás, selfies, drinks, como no, New York me
presentó a su majestuoso símbolo de libertad, única, inalcanzable, esperanzada; como ella llegué yo, pero mis sueños no estaban claros, no lo están hoy. A
pesar de tu vicio, de tu caos, de lo agitado y raro, te adoré New York, pero no
quiero vivir a tu lado.
A unas dos horas me presentaron el
Garden State, con sabor a viejo, retrógrado, pero calmado y plano.
Comencé a buscar lugares parecidos a mis referentes, no los encontré, pensaba
que encontraría un parque, cerca una iglesia, el ayuntamiento, quizás un hotel
como en mi ciudad, pero no, mis referentes quedaron en algún lado.
La segunda extraña sensación fue
mi cambio de nombre, debía acostumbrarme a responder por un nombre diferente,
con un acento y pronunciación no semejante a lo que conozco. Luego la gente... después el tiempo, con la extraña sensación de que vuela mientras esperas algo, y de su mano el hastío de buscar, descubrir y entender que coexistir era el
desafío.
Así fue mi llegada a América, todavía me cuestiono por que América,
los de aquí así le llaman y yo a veces lo repito porque es una manera rápida, egocéntrica
y abreviada de decir donde vivo, o quizás porque amo América el continente que
tanto recorrimos en la escuela señalando en mapas vacíos de lugares que jamás
he visitado y soñaba con su cultura, sus banderas, o quizás porque me resulta
viciado decir USA o Estados Unidos, que fue tan vilipendiado en mi tierra donde
solíamos susurrarlo, para evitar malos entendidos, por eso creo que a veces sin
darme cuenta uso América, aunque aclaro, no coincido con reducir la belleza de tanta inmensidad a un país.
La llegada implicaba un
reencuentro familiar luego de 4 largos años de espera, la adaptación de mi hija
adolescente, y la entereza de dejar atrás tantas cosas que amo: mi casa, mis
padres, mi extendida familia, mi simple y adorada familia, que aun siendo adulta solía acurrucarme
en sus brazos ante cada fracaso, cada miedo, o de correr a sentarme en las
piernas de mi tía sin motivos, solo porque me gustaba. Tantas cosas se quedan atrás
cuando llegas a un país que te acoge sin demostrártelo, del que te han dicho
muchas cosas resumidas en el aquí se "vive mejor" y es cuando comienzas en
una guerra contigo mismo para comprobarlo.
Una amiga se inventó una frase que
me encanta, ella dice: “este país te pone de frente a tu realidad personal”, al
principio no entendía su alcance porque experimenté un
estado de aturdimiento, era demasiada información para procesar,
demasiadas barreras mentales que romper, el reto era, llegaste, aquí tienes... ahora te corresponde ponerte
a prueba e ir por ello… en medio de lo que mi esposo le llama “vivir en un
lugar donde no existes, donde no eres nada para nadie”.
Para emigrar se necesita
mucha valentía, la valentía de experimentar los desafíos de una nueva vida, ante
este proceso de cambio las personas se manifiestan de diferentes maneras, están
los que sueñan con hacerse ricos, los que solo
vinieron para darles un futuro a sus hijos, los que la idea de regresar a su
tierra y ser reconocidos allí es lo único por lo que trabajan cada año, los que consideran
que no existe tejado de vidrio para su realización profesional y van por todo
aunque les cueste la vida, los que se enajenan, los que se olvidan de donde
vinieron y quieren estar muy lejos de todo y dejar atrás su pasado, los que se integran a la cultura del país
y hasta cambian su manera de hablar, los que nunca se integran y cada mañana añoran
el aroma de su campo, el canto de su gallo, o el café de su tierra y dicen que
no tiene el mismo sabor (el café en un cup tapado y con straw) porque
el aroma es tan importante como el trago de café; los que se divorcian después
de tantos años de ausencia porque al reencontrase nunca conectaron o porque la familia
no fue más ese lazo de amor, o por la extraña sensación de que cuando vives
lejos los tuyos se vuelven desconocidos y los desconocidos cercanos, y hay
quienes comienzan apreciar lo nuevo y aferrarse a ello como un mecanismo de adaptación
al nuevo medio, como una especie de selección natural, y también, los que no cuestionan nada, los hedonistas,
esos que asociaron su felicidad con disfrute y placer.
Excelente amiga!! Nada mas parecido a la realidad q experimentamos. Muchas emociones encontradas, tantos cuestionamientos,tantos desafios... reflejaste exactamente el proceso interno de cualquier inmigrante. Gracias por compartir!!
ResponderEliminarBrillante manera de abordar un tema que afecta a miles. Miles que sufrimos en silencio mientras vivimos nuestro Sueño de libertad.
ResponderEliminarHermosa percepción de una cruel realidad. Saludos desde Santiago
EliminarQue realidad de tantos y tantas bien representada en tus palabras.. gracias
ResponderEliminarLa triste realidad del que emigra... Muy buena y linda tu reflexión mi vida.
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